Eran mis primeros días al aire como titular del matutino Info Siete de TV Azteca Noreste. Monterrey no es una ciudad fácil para los “chilangos” y así me lo hicieron saber algunos otros medios regios a mi llegada. Pero decidí asumir el reto y levantarme de lunes viernes a las 4:30 de la madrugada para estar listo a las 6:00 en la estación. Eran cuatro horas de noticiero, pero en verdad que no se hacía pesada la mañana pues había secciones variadas y muy amenas que compartía con mi colega periodista Lety Benavides, por cierto muy querida en aquella región.
Aquel martes 11 de septiembre del 2001 las cosas fluían con tranquilidad en el noticiero. Junto a las cámaras del foro había un monitor donde estábamos atentos a lo que transmitía la competencia local, pero donde también seguíamos sucesos importantes a nivel nacional o internacional. De pronto, poco después de las 7:45 AM mi productor me dijo a través de la intercomunicación con cabina que algo estaba pasando en Nueva York. En el monitor del estudio apareció la imagen de una de las torres gemelas en llamas con una larga columna de humo saliendo de los pisos superiores.
De inmediato vino a mi memoria una reciente visita que había realizado a la Gran Manzana incluyendo un tour que pasaba frente a esos enormes edificios y donde el guía nos explicó acerca de un primer atentado cometido con bombas en el estacionamiento de uno de ellos en 1993. En esta ocasión pensé en la posibilidad de que un helicóptero o una avioneta podrían haberse estrellado contra el rascacielos y confiado en poder hablar del tema ante la audiencia le pedí al productor que switcheara la señal de nuestro noticiero para poner las imágenes en vivo que estaban llegando desde Nueva York. ¡Pero no sabemos qué está pasando!, me dijo nervioso... ¿Qué vas a decir?... No importa, le respondí... esto es un evento mundial y hay que compartirlo.
En aquel entonces no se podía entrar al celular y googlear o bajar noticias al instante, así que en un principio todo tendría que ser improvisado. Por fortuna, la adrenalina es un gran aliado de los comunicadores y cuando nos toca cubrir o relatar un suceso de este tipo, el corazón late a mil y la lengua se vuelve más ágil. Lety y yo comenzamos a describir lo que veíamos en las imágenes al tiempo en que la producción nos iba compartiendo la información que daban los noticieros de Estados Unidos aunque nadie sabía bien a bien lo que estaba pasando en ese momento. Hablábamos acerca de las muchas vidas que en ese momento se habrían perdido y de muchas más que estaban en peligro, cuando la pantalla se iluminó con el estallido en la otra Torre Gemela.
"¡Esto es un atentado terrorista!” vociferé sin escuchar a mi productor quien a su vez me gritaba que debería esperar a que lo confirmaran las autoridades. Ciertamente, en medio del asombro y el horror, yo habría fallado a un principio básico del periodismo, pero confieso que en ese momento me sentí obligado a decir lo que para mi era innegable.
La transmisión se prolongó hasta poco después de las 6 de la tarde con los otros atentados en el Pentágono y en un campo de Pensilvania. Más de 12 horas en las que perdí la noción del tiempo, del hambre y del cansancio. Esa noche llegué a casa y lloré junto a las camas de mis hijos pequeños. Nada en el mundo volvió a ser igual.
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