En ocasiones me preguntan cómo es que me dediqué al periodismo y aunque les parezca extraño, la historia tiene mucho que ver con el futbol. Les platico: estudié la carrera de Ciencias de la Comunicación, en Huixquilucan, Estado de México y fui miembro de la generación 1981-1986. La verdad es que a lo largo de esos cinco años nunca tuve muy claro a qué me iba a dedicar, pero cuando uno es joven la vida parece demasiado fácil así que no me preocupaba demasiado por mi futuro.
Sin embargo, hubo un hecho que pudo haberme alejado por completo de la profesión que ahora tanto disfruto. Resulta que tuve un maestro de periodismo que, si no mal recuerdo, era jefe de información internacional de uno de los principales periódicos que aún circulan en nuestro país. En una de las clases nos preguntó a los alumnos: ¿quién quiere ser periodista? Estábamos en segundo o tercer semestre de un total de diez y pronto tendríamos que escoger dos especialidades para continuar la carrera. Además de periodismo, estaban relaciones públicas, producción y publicidad.
Algunos levantaron la mano aquella vez respondiendo asertivamente a la pregunta del profesor, quien esbozó una sonrisa burlona y comenzó a despotricar en contra del periodismo. Es una de las profesiones más sacrificadas que existen... con horarios infames... con sueldos de miseria... Los periodistas -agregó-, suelen morir antes de tiempo, ya sea por el riesgo propio del oficio o infartados por la enorme presión de los jefes que son unos tiranos, siempre te exigen más de lo que puedes dar y siempre te piden las cosas “para ayer”. En ese momento, volteé a ver a uno de mis compañeros y le dije. Ni de loco. Eso no es para mí. Así que opté por las especialidades de producción y publicidad con lo cual me perdí de enseñanzas fundamentales de periodismo en la universidad.
Pero mi destino sería otro y vino el golpe de suerte de la mano del campeonato México 86. Estaba en el último semestre y yo moría por ir a los partidos, mas no tenía para pagar los boletos. Fue entonces que otro compañero comentó que estaba trabajando en el comité organizador y yo le supliqué que me ayudara para entrar ahí. -Es en el área de prensa, me advirtió-. ¡No importa! le respondí. Lo único que quiero es poder ser parte de este evento histórico. ¿De qué manera terminé trabajando como reportero para la televisión? Si me permiten, eso se los platico en la siguiente entrega.
Pero antes quisiera reflexionar acerca de la influencia muchas veces negativa que algunos personajes pueden tener en tu vida. Hay quienes destilan amargura y tratan de contagiarla a todos los que los rodean. Aquel maestro, seguramente insatisfecho con su trabajo, desquitaba sus frustraciones con sus alumnos y por eso echaba pestes del periodismo. Porque así como nos describió lo difícil y a veces ingrata que es esta profesión, omitió quizás de manera deliberada, lo maravilloso que es informar.
El privilegio de ser los ojos y los oídos de un público que quiere enterarse con rapidez y veracidad de aquello que le atañe, le interesa, le despierta curiosidad o simplemente le entretiene. Olvidó también mencionar los viajes alrededor del mundo, las aventuras, el ser parte de la historia, las figuras legendarias que conoces.
El periodismo se sufre en ocasiones, claro está. No es del todo mentira lo que dijo aquel maestro, pero hoy que un nuevo campeonato me trae tantos recuerdos, no dejo de agradecer a Dios por haberme dado la oportunidad de hacer lo que más disfruto en la vida. Ser periodista.
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