Esta semana en la que CANCÚN cumplió 53 años de edad, tuve la oportunidad de platicar con Francisco Bayardo, un cancunense de toda la vida y que además es un férreo aficionado a la aviación.
En el ímpetu de conocer más sobre la historia de la potencia turística que es hoy esta ciudad, me comentó sobre la importancia de comprender los hechos desde el lugar donde todo inició. Ante su premisa pensé que me diría que fue en las mesas del Banco de México o algo más ligado a la política, pero su respuesta fue en el sentido geográfico “La primera pista aérea en este territorio”.
La historia me pareció fascinante, ese pedazo de asfalto entre la densa selva data de finales de los años 40, cuando la fiebre del chicle era un buen motor económico de esta tierra. Posterior a ello en los 50, fue clausurada por la sospecha de contrabando de mercancías vía avionetas mono hélice entre Centroamérica y México, el cual era bastante común en la Península de Yucatán. Hay quienes mencionan en tono de leyenda urbana que el mismo Pedro Infante realizó aterrizajes en el lugar, mientras cumplía con su pasatiempo de volar, mismo que le quitó la vida no muy lejos de aquí, en territorio yucateco en el año de 1957.
Tiempo después, cuando el equipo de INFRATUR (hoy FONATUR) encabezado por Antonio Enríquez Savignac y los pioneros requerían de una pista cercana a la entonces Isla de Cancún, para los aviones del Banco de México, los locales mencionaron sobre la existencia de dicho espacio, en ese entonces ya consumido por la naturaleza de la región. A partir de ahí, se rehabilitó el espacio y se dio la posterior construcción del primer aeropuerto de la ciudad.
La pista estaba ubicada en lo que hoy es la avenida Kabah, comprendía desde la intersección con la Cobá, hasta la altura de la Yaxchilán; la plataforma o “slot” estaba en el espacio que ahora ocupa parte del estacionamiento de un supermercado y la terminal aérea hecha en su totalidad de palapas, se encontraba en lo que hoy son las oficinas de mantenimiento de FONATUR.
Indagando un poco en el trabajo del querido periodista cancunense; a quien quiero recordar y rendir homenaje en esta columna, Francisco Verdayes. Me enteré que la plataforma en un inicio estaría en lo que hoy es la Av. José López Portillo. Sin embargo, en un aterrizaje los pioneros se dieron cuenta que cerca de la pista había un cenote, por lo que recomendaron que ese atractivo visual y turístico sea lo primero que vieran quienes llegaran a Cancún.
Con su afición a la aviación, Paco Bayardo me comentó que los únicos aviones que podían aterrizar en dicha pista eran aeronaves impulsadas por hélices. Fue así que el 5 de febrero de 1973, aterrizó el primer vuelo comercial en la ciudad de Cancún. Era un avión de fabricación americana Douglas DC-6, operado por la entonces aerolínea bandera Mexicana de Aviación. Justamente impulsado con cuatro motores rotativos de pistones y con capacidad de realizar despegues y aterrizajes cortos.
La vida turística de esa terminal aérea realmente fue muy corta, aun clausurada pudo contar una última anécdota. En 1976 ya con el nuevo aeropuerto operando, un avión de 4 motores de turbina Boeing 707 de la aerolínea TWA; pidió permiso para aterrizar, la torre de control autorizó el descenso a tierra. Cuentan que el piloto expresó su molestia por el peligro de la operación ya que la pista no daba con las dimensiones del avión, con mucho trabajo logró frenar la aeronave al límite de despistarse y ocasionar una tragedia. Nadie llegó a bajar a los pasajeros, no le asignaron plataforma al vuelo, no había un aeropuerto como tal, estaban rodeados de palapas, un cenote y nada más. Ese día un jet había aterrizado en el aeropuerto viejo, en aquella pista de avionetas chicleras, contrabandistas y pequeños aviones turísticos. En esa zona donde pocos aterrizaron y Cancún despegó.
Antes de cerrar esta columna semanal, quiero dar un espacio para expresar la felicidad que me da poder llamar a esta ciudad mi casa desde hace 10 años, estoy sumamente agradecido por la oportunidad de sumarme a una sociedad de trabajo, de ímpetu ganador pero sobre todo de unos paisajes que llevaré siempre en mi memoria.
De ese viejo aeropuerto sólo quedan algunos vestigios; aunque el más reconocido sea la réplica de su torre de control reubicada en la glorieta del distribuidor vial que justamente conecta la calle donde estaba aquella antigua pista, con el boulevard que lleva a la grandeza que hoy es el Aeropuerto Internacional de Cancún.