Columna QR de José Martín Sámano.- Me preocupan por supuesto los asesinatos que a diario se producen en todo el país como consecuencia del crimen organizado y principalmente del narcotráfico. Prácticamente cada 15 minutos, según cifras oficiales, un mexicano muere a manos de otro ser humano.
Pero hay otro fenómeno que a últimas fechas también me resulta inquietante. Es la violencia que no tiene su origen en el crimen organizado y ni siquiera en la delincuencia común.
Hace unos días, muchos vimos horrorizados a través de redes sociales un video donde varios jóvenes golpean de manera brutal y cobarde a otros dos muchachos quienes según las autoridades en Benito Juárez, habían ido a recoger a sus novias a una fiesta.
En las imágenes se aprecia que los agresores incluso utilizan un bate de béisbol para golpear en el suelo a sus indefensas víctimas de las cuales uno aún se debate entre la vida y la muerte. No hace mucho, también, vimos otro caso en Puebla donde el estudiante recibió tremenda golpiza por parte de viles montoneros.
VIDEO: Detienen a 3 de los agresores que golpearon a dos jóvenes en Cancún
El salvajismo está permeando de una manera inusual en una sociedad que pareciera tener que acostumbrarse a escenas como la del tipejo que tunde a un humilde empleado de un restaurante de comida rápida y cuyos compañeros solo atinaron a grabar los hechos sin tratar de frenar al energúmeno.
Y qué decir de aquella pareja que llega con su niño a la escuela y delante del menor agreden a una pobre maestra por razones que no tienen sustento alguno.
Algo estamos haciendo mal. Y me parece que todo reside en que no hemos sabido inculcar valores a nuestros hijos desde el hogar. Olvídese si la ética y otros temas fundamentales de convivencia están ausentes de los programas escolares.
El tema es que no abordamos estas cuestiones en familia y quizás lo peor es que no predicamos con el ejemplo. Cuántos padres agresores de sus parejas y hasta de sus propios hijos no sienten ningún remordimiento por sus actos. Y si los hermanos le faltan al respeto a sus madres o se pelean entre ellos, ya no existen consecuencias como antes era costumbre.
Pienso que en ese sentido tenemos ya varias generaciones perdidas y las cosas no van a cambiar de la noche a la mañana. Pero quienes apenas estén educando a sus hijos tienen ahora mismo la gran oportunidad de formar hombres y mujeres de bien, pacifistas y respetuosos de todos los demás.
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