Recientemente participé en un importante foro acerca de huracanes que se llevó a cabo en la Universidad Autónoma de Quintana Roo campus Cozumel. La invitación fue para contar mis experiencias en coberturas periodísticas de este tipo de fenómenos naturales. Participaron investigadores de la UQROO quienes han analizado la incidencia de ciclones en la Península.
En resumen le diré que a pesar de que nos encontramos en la ruta natural de los huracanes que se generan en el Atlántico, estadísticamente han sido muy pocos los que han golpeado fuerte a lo que ahora es Quintana Roo. Janet, por supuesto, en 1955 que prácticamente destruyó la ciudad de Chetumal dejó a su paso mCás de 700 muertos. Carmen en el 74, que pegó muy duro en la región norte pero en ese entonces apenas comenzaba el desarrollo turístico y los efectos en la infraestructura fueron menores. Vino después Gilberto el 14 de septiembre de 1988 que destruyó decenas de hoteles y se llevó playas enteras, algunas de las cuales a la fecha no se han recuperado.
En esa ocasión llegué al día siguiente como enviado especial y volé precisamente a Cozumel en un avión 727. Recuerdo que los pilotos nos invitaron a la cabina para grabar el aterrizaje y que la aproximación final fue a ojo de buen cubero pues la torre de control en la isla había desaparecido. 17 años después, en el 2005, me tocó cubrir tres grandes huracanes en el lapso de dos meses. Katrina, en Nueva Orleáns, Stan, en Chiapas y por supuesto Wilma. Platicaba en el foro que además del nivel de destrucción que me tocó ver en cada uno de estos fenómenos, lo que más me sorprendió fue la falta de preparación y tardía respuesta que tuvieron las autoridades de Estados Unidos en el caso de Katrina, tratándose del país más poderoso del mundo.
La cifra de muertos fue superior a los dos mil en ese desastre y está considerado como una de las mayores pifias en materia de prevención ante la ruptura de los diques que fueron construidos para supuestamente proteger a la ciudad que se encuentra muy cerca del lago Ponchatrain y que en aquella ocasión inundó por completo a Nueva Orleans.
De Wilma tengo por supuesto varias anécdotas que además seguramente muchos de ustedes habrán vivido en carne propia. Pero quizás lo que me dejó marcado fue sobrevolar Cancún en un helicóptero de la Marina. Pensé, observando desde las alturas, que este destino turístico jamás podría recuperar su esplendor tras haber sido vapuleado durante más de 48 horas por aquel gigantesco monstruo.
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Estaba muy equivocado. Los cancunenses en particular, y los quintanarroenses en general, hemos demostrado un nivel superior de resiliencia y fortaleza ante las adversidades. Bien podríamos decir que vencimos a la pandemia.
Al sargazo ya estamos aprendiendo a controlarlo. Y los huracanes... bueno, ya nos han tocado algunos de los más poderosos de la historia y aquí seguimos. 17 años pasaron entre Gilberto y Wilma. 18 han transcurrido desde ese último a la fecha. Otros grandes ciclones habrán de impactarnos, de eso no hay duda, como tampoco la tengo de que una y otra vez podremos superarlos.