En Cozumel se respira un aire diferente, estos días pude ser testigo de porqué el mote que la nombra “la isla del deporte”.
Durante estos últimos meses me he preparado en un deporte sumamente interesante que es el triatlón, básicamente fue juntar disciplinas que ya me gustaban como correr y nadar, aunado a una nueva curiosidad que ha llamado mi atención, el ciclismo de ruta.
Desde que comencé en esto, confirmé que en Quintana Roo, hay dos especies humanas que se manifiestan al amanecer. Son muy similares, salen a producir endorfinas, ya sea en el “rush” de una fiesta o haciendo ejercicio. Ambas especies terminan en una taquería o en sus salbutes de confianza, reponiendo fuerzas. La única diferencia es que unos terminan su día y otros lo comienzan. Debo reconocer que a veces juego en un equipo y algunas otras en el otro, confirmado empíricamente.
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Sin embargo mi sábado comenzó a las 5:00 de la mañana, en realidad debió empezar a las 4:30, pero tengo una tremenda habilidad nata de empujar y posponer la alarma cuantas veces quiera. Preparé todo lo necesario para rodar 100 kilómetros, una vuelta a la isla de Cozumel.
En caravana tomamos carretera todo el equipo de ciclismo dividido en varios carros, mi novia y yo somos los únicos novatos, así que los nervios no dejaban de estar presentes. Llegando a Playa del Carmen, me di cuenta que para nada éramos los únicos haciendo el trayecto. Es más, ser un ciclista que viaja a Cozumel tiene sus ventajas, tienes una fila para ti, abordas primero el Ferry y tienen un espacio especial para las bicis. Evidentemente si hacen eso es porque existe un mercado importante, no por buena onda.
Comenzamos a pedalear, los primeros 8 kilómetros se parecieron mucho a rodar en la Zona Hotelera de Cancún, hasta que entras a la vieja carretera costera y se abre un verdadero paraíso. Es en realidad conmovedor vivir ese momento, el sol a plomo, el azul radiante del mar y el sonido del golpeteo de las olas contra las rocas. Parece una motivación natural que te impulsa por algunos kilómetros. Seguimos por esa carretera hasta llegar a punta sur, la mitad del camino. Ahí paramos a hidratarnos mojarnos la cabeza y pedalear de vuelta.
Todo en orden, me sentía cansado, quizá con la adrenalina a tope y bien hidratado, así nos aventamos por los kilómetros restantes. “De regreso tenemos el viento a favor”, dijo Felipe, un compañero de los más experimentados en esto. 30 kilómetros más adelante sentía que la bicicleta pesaba más, pegarme al grupo era más complicado y los músculos estaban tensos. Llegó el momento en una pedaleada, un calambre me paralizó la pierna izquierda, seguí lo más que pude pero seguían apareciendo.
Me “barrieron”, mi bici se subió a un rack al auto que llamamos barredora y yo me fui sentado por los últimos 20. Logré completar 80 kilómetros, no estoy orgulloso pero tampoco decepcionado, falta entrenar más para lograrlo.
Lo que sí pude comprobar es que seguramente como yo habrá muchos que lo intentan hasta poder completar los 100k, un triatlón, medio Ironman, el Ironman completo o cualquiera de los eventos deportivos qué hay en Cozumel. El turismo del deporte se está convirtiendo en un mercado importante para la Isla de las Golondrinas, una alternativa de diversificación que seguramente abrirá dentro de poco otros mercados. Sumándole por supuesto, a toda la comunidad de buzos y golfistas que disfrutan de sus bellezas.
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